La clase de arte siempre había sido el refugio de Lily en la escuela primaria. Era el único momento en el día en el que podía dejar volar su imaginación y sumergirse en el mundo de los colores y las formas. Pero esa mañana, todo había cambiado.
Lily estaba sentada en una esquina del salón de arte, con lápices de colores y un papel en blanco frente a ella. Aunque había intentado concentrarse en su dibujo, las palabras crueles que había escuchado en el patio de recreo resonaban en su mente: “Gorda”, “fea”, “nadie quiere ser tu amiga”. Los mismos insultos de siempre, arrojados por los mismos niños que parecían disfrutar haciéndole daño.
Sus manos temblaban de rabia y tristeza mientras apretaba con fuerza el lápiz azul en su mano. La imagen que estaba tratando de dibujar se había distorsionado en una mancha borrosa. Cerró los ojos con fuerza, tratando de bloquear las voces burlonas en su cabeza, pero era inútil. La ira comenzaba a hervir dentro de ella como una olla a punto de desbordarse.
De repente, sintió una mirada fría clavándose en ella. Levantó la vista y vio a Max, el chico más popular y el líder de los acosadores, observándola desde el otro lado del salón. Su expresión era una mezcla de diversión y desdén, como si disfrutara viendo el tormento que causaba.
Lily sintió cómo un nudo se formaba en su garganta. La ira que había estado acumulando durante semanas, meses, explotó en ese momento. Se levantó de su asiento con un grito de frustración y lanzó el lápiz azul hacia Max con todas sus fuerzas.
El lápiz se clavó en el hombro de Max, quien gritó de sorpresa y dolor. Los otros niños en el salón de arte se quedaron atónitos, mirando la escena con los ojos abiertos como platos. Lily sintió una extraña satisfacción mezclada con un profundo remordimiento. Sabía que había cruzado una línea, pero ya no podía contenerse.
Max se puso de pie, furioso y con la mano sobre su hombro herido. “¡Eres una loca, Lily! ¡Te voy a hacer pagar por esto!”
Lily retrocedió, sintiendo miedo por primera vez. La maestra de arte entró corriendo en el salón en ese momento, sorprendida por el caos que había estallado. Max se acercó a la maestra y señaló acusadoramente a Lily, exigiendo que fuera castigada.
La maestra miró a Lily con preocupación y desconcierto. “Lily, ¿qué ha pasado aquí?”, preguntó con voz suave.
Lily temblaba de emoción contenida. “Me estaba molestando otra vez… todos… y no pude… no pude…” Su voz se quebró en sollozos mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.
La maestra se acercó y la abrazó con ternura. “Ven conmigo, cariño. Vamos a hablar de esto fuera.”
Lily siguió a la maestra fuera del salón de arte, sintiéndose culpable y avergonzada por su explosión de ira. Sabía que había hecho algo mal, pero, al mismo tiempo, una pequeña parte de ella se sentía aliviada de haberse defendido finalmente.
En la oficina del director, la maestra de arte explicó lo que había sucedido mientras Lily permanecía en silencio, mirando fijamente al suelo. Max y los otros niños también fueron llamados, y sus versiones de la historia hicieron que Lily se sintiera aún más pequeña y vulnerable.
Finalmente, después de una larga discusión y de escuchar a todos los involucrados, el director tomó una decisión. “Lily, lo que hiciste no estuvo bien. Entiendo que estabas enojada y te sentías provocada, pero no podemos permitir la violencia aquí en la escuela. Max, tú también tienes responsabilidad en esto. No está bien burlarse y molestar a otros estudiantes.”
Max asintió con una mirada de triunfo en sus ojos, sabiendo que había ganado. Lily se sentó en silencio, sintiéndose derrotada y desconsolada. El director continuó hablando sobre las consecuencias para ambos, pero las palabras se convirtieron en un zumbido distante en los oídos de Lily.
Al final de la reunión, la maestra de arte la acompañó de regreso a su salón. “Lily, sé que esto ha sido difícil para ti. Quiero que sepas que estoy aquí para ayudarte. Hablaremos con tus padres y encontraremos una manera de hacer que las cosas mejoren.”
Lily asintió débilmente, sintiéndose vacía por dentro. Sabía que no debía haber perdido el control como lo hizo, pero no pudo evitarlo. La sensación de injusticia y la impotencia la inundaban, dejándola sin palabras ni energía.
El resto del día pasó en un torbellino de emociones. Lily se sentía como si estuviera flotando en un sueño, desconectada del mundo que la rodeaba. Las miradas y los murmullos de los otros niños se clavaban en ella como agujas afiladas.
No podía soportarlo más.